En este tópico se
describen las principales características térmicas de los materiales,
haciendo énfasis en aquellos que se emplean de manera regular en la
construcción. Al final podrás encontrar una tabla con algunos valores
relacionados con estos parámetros.
Densidad
Si bien la densidad no es una propiedad
térmica en sí misma, se trata de una característica que afecta de manera
significativa el desempeño térmico de los materiales. La densidad, o masa específica de un material,
es el cociente que resulta de dividir la cantidad de masa (kg) de dicho material por
su volumen unitario (m3).
Así, la densidad que caracteriza al material se mide en kilogramos por metro
cúbico (kg/m3).
Los materiales
empleados en la edificación presentan un amplio rango de densidades. Algunos
productos aislantes apenas alcanzan una densidad de 10 kg/m3, mientras que
los más pesados, como el cobre, alcanzan densidades cercanas a los 8,900
kg/m3.
Conductividad y
resistividad
La conductividad (k) y la resistividad son propiedades
simples de los materiales. La conductividad se refiere a la capacidad de un
material para conducir calor a través de su estructura interna y se expresa
en Watts por metro grado Celsius (W/m°C). Otra unidad, aunque de uso cada vez
menos frecuente, es la kilocaloría por hora metro grado Celsius (Kcal/mhr°C).
La equivalencia entre ambas unidades es:
1 Kcal/mhr°C =
1.163 W/m°C
En algunos
estudios la conductividad térmica se describe como el flujo de calor que,
en régimen estacionario,
atraviesa un material de caras plano-paralelas y de espesor unitario, durante
una unidad de tiempo, cuando la diferencia de temperatura entre sus caras es
de una unidad.
La resistividad,
por otro lado, es el inverso de la conductividad (1/k) y por lo tanto
representa la capacidad del material para resistir el flujo de calor. Se
expresa en metro grado Celsius por Watt (m°C/W).
Por ejemplo, el
acero es un material de elevada conductividad (50 W/m°C) y baja resistividad
(0.02 m°C/W), mientras que el poliestireno expandido tiene una conductividad
muy baja (0.03 W/m°C) y una resistividad alta (33.33 m°C/W).
Conductancia y
resistencia
La conductancia y la resistencia (R) son propiedades
de una capa de material, por lo que dependen delespesor específico de dicha capa.
La conductancia
representa la capacidad de la capa de material para conducir el calor y es
igual a la conductividad dividida por el espesor, expresándose en Watts por
metro cuadrado grado Celsius (W/m2°C).
La resistencia,
por otro lado, representa la capacidad de una capa de material para resistir
el flujo de calor y es igual a la resistividad multiplicada por el espesor,
expresándose en metro cuadrado grado Celsius por Watt (m2°C/W). También,
aunque casi en desuso, se encuentra la unidad metro cuadrado hora grado
Celsius por kilocaloría (m2hr°C/Kcal):
1 m2°C/W = 1.163 m2hr°C/Kcal
Dado que la resistividad
es el inverso de la conductividad, y que los valores de conductividad de los
materiales constructivos suelen ser más accesibles, la resistencia de un
material generalmente se calcula con la siguiente fórmula:
R = e / k
Donde:
R = Resistencia térmica por unidad de área de la capa de material (m2°C/W),
e = Espesor de la capa de material (m).
k = Conductividad del material (W/m°C).
Siguiendo el
ejemplo anterior, una capa de acero de 5mm tendría una resistencia térmica de
0.0001 m2°C/W, mientras que una capa de poliestireno expandido de 50mm
tendría una resistencia térmica de 1.67 m2°C/W.
En algunos
estudios el valor de la resistencia térmica de una capa de material se
explica como la diferencia de temperatura que se requiere para producir una
unidad de flujo de calor por unidad de superficie.
Valor R
Es común expresar
la resistencia térmica de los materiales, sobre todo de los productos
aislantes, comovalor R. Por
ejemplo, el valor R de una típica colchoneta de fibra de vidrio suele ser de
R2.4, es decir, 2.4 m2°C/W.
Si se toma el
área total de una capa de este material (m2), se multiplica por la diferencia
de temperatura (°C) y se divide por 2.4, se obtiene el flujo de calor en
Watts. Así, 100 m2 de aislamiento a base de colchoneta de fibra de vidrio R2.4,
expuesto a una diferencia de temperatura de 20°C, dejará pasar un flujo
cercano a los 833 Watts.
El valor R se
expresa generalmente en m2°C/Watt, pero en algunos países se emplea el pie
cuadrado grado fahrenheit por unidad térmica británica (ft²°Fh/Btu):
1 m2°C/Watt = 5.6745 ft2°Fh/Btu
1 ft2°Fh/Btu = 0.1761 m2°C/Watt
Es muy importante
prestar atención a las unidades, ya que en esos paises el valor R de la
colchoneta en cuestión se expresaría como R13.6 (ft2°Fh/Btu).
En realidad, como
se indica en el apartado de resistencia total, los índices de transmisión de
calor pueden variar ligeramente ya que existe una resistencia extra a la
transmisión de calor entre el aire interior y la superficie del componente,
así como entre la superficie expuesta y el aire exterior. Así mismo, la
transmisión de calor puede variar dependiendo de la velocidad del viento.
Calor específico
El calor específico es una
propiedad simple de los materiales que se refiere, en términos generales, a
la capacidad que tienen para acumular calor en su propia masa. También se
puede definir como la cantidad de calor que es necesario suministrar a una
unidad de peso del material para incrementar su temperatura en un grado
Celsius. Mientras mayor sea el calor específico, más energía tendrá que suministrarse
para calentar el material.
Para designar al
calor específico se utiliza el símbolo Ce. En el Sistema Internacional se
utiliza como unidad del calor específico el Joule por kilogramo grado Celsius
(J/kg°C). En ocasiones también se utiliza la kilocaloría por kilogramo grado
Celsius (Kcal/kg°C), de acuerdo a la siguiente equivalencia:
1 J/kg°C = 0.239 Kcal/kg°C
El agua,
curiosamente, tiene uno de los valores de calor específico más elevados, con
cerca de 4,200 J/kg°C. Sin embargo los valores de la gran mayoría de los
materiales empleados en la edificación oscilan entre 700 y 1,500
J/kg°C. En otras palabras, se trata de un parámetro que sólo representa
diferencias importantes en el comportamiento térmico de los materiales cuando
se le considera en relación con otras propiedades, como la densidad.
Calor específico
volumétrico
El calor específico volumétrico representa
la capacidad de almacenamiento de calor de un material, de acuerdo a su
densidad. Se calcula multiplicando su densidad por su calor específico, lo
que nos da como unidad de medida el Kilojoule por metro cúbico grado Celsius
(Kj/m3°C). Otra unidad de medida, aunque de uso menos común, es la
Kilocaloría por metro cúbico grado Celsius (Kcal/m3°C). La equivalencia entre
ambas medidas es como sigue:
1 Kj/m3°C = 0.239
Kcal/m3°C
Dado que en
realidad el calor específico varía relativamente poco entre los principales
materiales constructivos, su capacidad de almacenamiento de calor se
relaciona estrechamente con la densidad: los materiales pesados, como el
concreto, el ladrillo y la piedra, suelen presentar una elevada capacidad de
almacenamiento de calor, mientras que con los materiales ligeros, como los
aislantes, sucede lo contrario.
Capacidad térmica
La capacidad térmica representa
una medida del calor que pueden almacenar las capas de material. Para
cálculos simples, la capacidad térmica se puede determinar multiplicando la
densidad del material por el espesor de la capa, y luego por su calor
específico, de lo cual resulta la unidad Joule por metro cuadrado grado
Celsius (J/m2°C). Por ejemplo, la capacidad térmica de una capa de adobe de
30cm sería la siguiente:
1,600 kg/m3 * 0.3 m * 1,480 J/kg°C =
710,400 J/m2°C = 710.40 Kj/m2°C
Cuando se utiliza
la capacidad térmica en cálculos en régimen dinámico (con temperaturas variables), por ejemplo
para estimar el desempeño de un cerramiento, es necesario emplear cálculos
complejos por lo que se suele recurrir a herramientas informáticas.
Características superficiales
|
Las propiedades superficiales de los materiales pueden
afectar de manera significativa su desempeño térmico, por lo que es
necesario tomarlas en cuenta en el momento de su elección. Esto es
especialmente importante para los materiales que conforman las capas
externas de los cerramientos.
Absortividad y absortancia
La absortividad es
la propiedad de un material que determina la cantidad de radiación incidente que puede
absorver. La absortancia,
por otro lado, representa en sí la fracción de radiación incidente que es
absorbida por un material, con valores que van de 0.0 a 1.0 (aunque también
se puede expresar en términos de porcentaje, de 0% a 100%). La absortancia,
en ocasiones denominada absorción superficial, depende fundamentalmente del
color y el acabado de los materiales.
La absortancia puede ser establecida en
relación con radiaciones de diferentes longitudes de onda. Debido a ello es
común encontrar tres formas distintas de absortancia: solar, visible y térmica:
La forma más común se refiere a la absortancia solar, la cual incluye
el espectro visible, el infrarrojo y el ultravioleta. Este parámetro
generalmente se usa para estimar la forma en que la radiación solar afecta
el balance térmico de las superficies (exteriores e interiores) de los
elementos constructivos. En la tabla incluida abajo se indican los valores
de absortancia solar de algunos materiales constructivos.
Otro parámetro se refiere a la absortancia visible. Esta
representa la fracción de la radiación visible incidente que es absorbida
por un material. En ese sentido el rango de longitudes de onda considerado
es mucho más estrecho que en el caso de la de radiación solar, ya que no se
incluye el espectro infrarrojo ni el ultravioleta. Este parámetro también
afecta el balance térmico superficial, aunque generalmente se emplea en los
cálculos de iluminación.
Un tercer valor es el de la absortancia térmica, el cual se
puede considerar un parámetro equivalente a la emitancia. La absortancia
térmica representa la fracción de la radiación incidente de onda larga
(longitudes de onda infrarrojas) que es absorbida por un material. Este
parámetro afecta el balance térmico superficial, pero suele usarse para
calcular los intercambios de radiación de onda larga entre varias
superficies. Al igual que en los casos anteriores, los valores de la
absortancia térmica van de 0.0 a 1.0, donde 1.0 representa las condiciones
de un cuerpo negro ideal, el cual absorbería (y emitiría) toda la radiación
de onda larga incidente.
Emisividad
La emisividad de
un material representa la proporción entre la energía radiada por dicho
material y la energía que radiaría un cuerpo negro ideal, dada la misma temperatura y la misma
superficie. En ese sentido se trata de una medida de la capacidad de un
material para absorber y radiar energía. Si asignamos al cuerpo negro ideal
un valor de 1.0, entonces cualquier objeto real tiene una emisividad mayor
a 0.0 y menor a 1.0.
Además de la temperatura, la emisividad depende
de factores como las condiciones de las superficies (pulidas, oxidadas,
grado de rugosidad), el ángulo de emisión y la longitud de onda. Sin
embargo generalmente se asume que la emisividad y la absortividad de una
superficie no dependen de la longitud de onda, sino que son constantes.
Esto se conoce como el supuesto
del cuerpo gris.
De acuerdo a la ley de Kirchhoff, para un
objeto en equilibrio térmico la emisividad es igual a la absortividad, de
tal manera que un objeto que absorbe menos radiación de la que incide sobre
él también emitirá menos radiación que un cuerpo negro ideal.
En la siguiente tabla se muestran los valores
de absortancia solar y emisividad de algunos materiales comunes en la
edificación:
Fuentes: M. Evans (1980) y B. Givoni (1976)
Reflectividad y reflectancia
En óptica y termodinámica, la reflectividad representa la
fracción de la radiación incidente que es reflejada por una superficie. En
términos generales la reflectividad se considera una propiedad direccional,
ya que además de la longitud de onda, depende de la dirección de la
radiación incidente y de la dirección de la radiación reflejada.
Muchas superficies pueden catalogarse como
especulares o difusas. Las superficies especulares, como el vidrio o los metales
brillantes, son aquellas cuya reflectividad es cercana a cero en todas las
direcciones, excepto en el ángulo de reflexión correspondiente. En cambio
las superficies difusas, como la pintura blanca mate, presentan valores de
reflectividad iguales (o casi iguales) en todas las direcciones. Estas
últimas también se conocen como superficies Lambertianas. Sin embargo, en
la realidad casi todas las superficies presentan una cierta mezcla de
reflectividad difusa y especular.
En ciertos campos, la reflectividad se
distingue de la reflectancia por
el hecho de que la primera es un valor que se aplica para capas reflejantes
gruesas, mientras que la segunda aplica para capas delgadas. Cuando la
reflexión ocurre en capas delgadas, los efectos de la reflexión interna
pueden provocar que la reflectancia varíe de acuerdo al grosor de la
superficie.
Rugosidad
La rugosidad de
un material se suele expresar como el coeficiente entre el área real y el
área aparente de su superficie. Si el área real es igual al área aparente
el coeficiente de rugosidad es de 1.0. Es muy común, sin embargo, que el
área real sea mayor al área aparente, en cuyo caso el coeficiente de
rugosidad será mayor a 1.0 (nunca menor). Este parámetro afecta
principalmente la convección superficial de los componentes constructivos.
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Características superficiales
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Las propiedades superficiales de los materiales pueden
afectar de manera significativa su desempeño térmico, por lo que es
necesario tomarlas en cuenta en el momento de su elección. Esto es especialmente
importante para los materiales que conforman las capas externas de los
cerramientos.
Absortividad y absortancia
La absortividad es
la propiedad de un material que determina la cantidad de radiación incidente que puede
absorver. La absortancia,
por otro lado, representa en sí la fracción de radiación incidente que es
absorbida por un material, con valores que van de 0.0 a 1.0 (aunque también
se puede expresar en términos de porcentaje, de 0% a 100%). La absortancia,
en ocasiones denominada absorción superficial, depende fundamentalmente del
color y el acabado de los materiales.
La absortancia puede ser establecida en
relación con radiaciones de diferentes longitudes de onda. Debido a ello es
común encontrar tres formas distintas de absortancia: solar, visible y térmica:
La forma más común se refiere a la absortancia solar, la cual incluye
el espectro visible, el infrarrojo y el ultravioleta. Este parámetro
generalmente se usa para estimar la forma en que la radiación solar afecta
el balance térmico de las superficies (exteriores e interiores) de los
elementos constructivos. En la tabla incluida abajo se indican los valores
de absortancia solar de algunos materiales constructivos.
Otro parámetro se refiere a la absortancia visible. Esta
representa la fracción de la radiación visible incidente que es absorbida
por un material. En ese sentido el rango de longitudes de onda considerado
es mucho más estrecho que en el caso de la de radiación solar, ya que no se
incluye el espectro infrarrojo ni el ultravioleta. Este parámetro también
afecta el balance térmico superficial, aunque generalmente se emplea en los
cálculos de iluminación.
Un tercer valor es el de la absortancia térmica, el cual se
puede considerar un parámetro equivalente a la emitancia. La absortancia
térmica representa la fracción de la radiación incidente de onda larga
(longitudes de onda infrarrojas) que es absorbida por un material. Este
parámetro afecta el balance térmico superficial, pero suele usarse para
calcular los intercambios de radiación de onda larga entre varias
superficies. Al igual que en los casos anteriores, los valores de la
absortancia térmica van de 0.0 a 1.0, donde 1.0 representa las condiciones
de un cuerpo negro ideal, el cual absorbería (y emitiría) toda la radiación
de onda larga incidente.
Emisividad
La emisividad de
un material representa la proporción entre la energía radiada por dicho
material y la energía que radiaría un cuerpo negro ideal, dada la misma temperatura y la misma
superficie. En ese sentido se trata de una medida de la capacidad de un
material para absorber y radiar energía. Si asignamos al cuerpo negro ideal
un valor de 1.0, entonces cualquier objeto real tiene una emisividad mayor
a 0.0 y menor a 1.0.
Además de la temperatura, la emisividad depende
de factores como las condiciones de las superficies (pulidas, oxidadas,
grado de rugosidad), el ángulo de emisión y la longitud de onda. Sin
embargo generalmente se asume que la emisividad y la absortividad de una
superficie no dependen de la longitud de onda, sino que son constantes.
Esto se conoce como el supuesto
del cuerpo gris.
De acuerdo a la ley de Kirchhoff, para un
objeto en equilibrio térmico la emisividad es igual a la absortividad, de
tal manera que un objeto que absorbe menos radiación de la que incide sobre
él también emitirá menos radiación que un cuerpo negro ideal.
En la siguiente tabla se muestran los valores
de absortancia solar y emisividad de algunos materiales comunes en la
edificación:
Fuentes: M. Evans (1980) y B. Givoni (1976)
Reflectividad y reflectancia
En óptica y termodinámica, la reflectividad representa la
fracción de la radiación incidente que es reflejada por una superficie. En
términos generales la reflectividad se considera una propiedad direccional,
ya que además de la longitud de onda, depende de la dirección de la
radiación incidente y de la dirección de la radiación reflejada.
Muchas superficies pueden catalogarse como
especulares o difusas. Las superficies especulares, como el vidrio o los
metales brillantes, son aquellas cuya reflectividad es cercana a cero en
todas las direcciones, excepto en el ángulo de reflexión correspondiente.
En cambio las superficies difusas, como la pintura blanca mate, presentan
valores de reflectividad iguales (o casi iguales) en todas las direcciones.
Estas últimas también se conocen como superficies Lambertianas. Sin
embargo, en la realidad casi todas las superficies presentan una cierta
mezcla de reflectividad difusa y especular.
En ciertos campos, la reflectividad se
distingue de la reflectancia por
el hecho de que la primera es un valor que se aplica para capas reflejantes
gruesas, mientras que la segunda aplica para capas delgadas. Cuando la
reflexión ocurre en capas delgadas, los efectos de la reflexión interna
pueden provocar que la reflectancia varíe de acuerdo al grosor de la
superficie.
Rugosidad
La rugosidad de
un material se suele expresar como el coeficiente entre el área real y el
área aparente de su superficie. Si el área real es igual al área aparente
el coeficiente de rugosidad es de 1.0. Es muy común, sin embargo, que el
área real sea mayor al área aparente, en cuyo caso el coeficiente de
rugosidad será mayor a 1.0 (nunca menor). Este parámetro afecta
principalmente la convección superficial de los componentes constructivos.
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Materiales de elevada masa térmica
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Los materiales que tienen una elevada capacidad térmica, es decir, un espesor considerable y un
gran calor específico volumétrico, así como una conductividad moderada,
digamos entre 0.5 y 2.0 W/m°C, generan lo que se conoce como efecto de masa térmica. Entre
ellos podemos incluir el adobe (y la tierra en general), el ladrillo, la
piedra, el concreto y el agua (uno de los más eficientes).
Estos materiales pesados tienen la cualidad de
absorber la energía calórica y distribuirla gradualmente en su estructura
interna. Dado que requieren una gran cantidad de energía para aumentar su
temperatura, los procesos de transmisión de calor por conducción a través
de ellos propician un efecto de “almacenamiento”
de calor, lo cual provoca fenómenos bastante peculiares. Para comprenderlos
mejor imaginemos la siguiente secuencia de eventos:
Un muro grueso de adobe recibe una cantidad
importante de radiación solar durante el día. La radiación solar calienta
la superficie exterior del muro y ese calor es absorbido y transmitido
lentamente hacia la superficie interior (siempre y cuando ésta tenga una
temperatura inferior). Unas 8 horas después de que el muro recibió la mayor
cantidad de energía, es decir, durante la noche, su superficie interior
alcanza la mayor temperatura posible, contribuyendo a calentar el espacio
interior. Para ese momento el muro ha “almacenado” una cantidad importante
de energía, por lo que seguirá radiando calor hacia el interior bastantes
horas después de que la superficie exterior haya dejado de recibir
radiación. Aún cuando durante la noche el muro pierde calor también
hacia afuera (si la temperatura exterior desciende lo suficiente) una parte
importante de éste continuará ingresando al espacio interior.
Para medir de manera objetiva el efecto de masa
térmica se han definido dos conceptos que operan en régimen dinámico y
actúan en forma simultánea: el retraso y el amortiguamiento térmicos.
Retraso y amortiguamiento térmicos
El retraso
térmico, en ocasiones llamado desfase, hace referencia al tiempo que tarda en pasar el calor
a través de una capa de material. Dicho en otros términos, es el tiempo
transcurrido entre los momentos en que se dan las temperaturas máximas en
cada una de las superficies del material. Mientras mayores sean el espesor
y la capacidad térmica, y menor la conductividad, más tiempo requerirá la
energía calórica para atravesarlo. Un muro de adobe de 60cm de espesor, por
ejemplo, puede presentar un retraso térmico de 8-10 horas (el tiempo exacto
dependerá de otros factores, como la diferencia de temperatura entre las
superficies interior y exterior).
Por otro lado el amortiguamiento térmico, en algunos estudios denominado decremento, mide la reducción de
la temperatura cíclica de una superficie (generalmente la interior)
respecto a la temperatura cíclica de la superficie contraria. Podemos
visualizar este fenómeno mediante dos curvas que representen la oscilación
diaria de la temperatura en cada superficie. Recurriendo al mismo ejemplo
del muro de adobe, la superficie exterior puede presentar una oscilación
diaria de 18°C, mientras que la superficie interior presenta una oscilación
diaria de 9°C. Tenemos entonces un factor de amortiguamiento de 0.5 (oscilación interior /
oscilación exterior). Mientras más pequeño sea el valor del factor de
amortiguamiento más estables tenderán a ser las temperaturas interiores.
Al actuar de manera conjunta, estos dos
factores provocan tanto una reducción de los flujos de calor como un
desfase de los momentos en que se alcanzan las máximas temperaturas
superficiales. El efecto global es una estabilización de las temperaturas en el interior de los
edificios respecto a las temperaturas exteriores. En condiciones estándar
un muro de fábrica de ladrillo de 10cm podría presentar un desfase de 1
hora y un amortiguamiento de 0.90, mientras que otro de 30cm podría
presentaría un desfase de 5 horas y un amortiguamiento de 0.70.
El uso apropiado de los materiales con masa
térmica
Los materiales de elevada masa térmica ofrecen
el mayor potencial de aprovechamiento en los lugares cuyas temperaturas
presentan variaciones diarias significativas. Por ejemplo en algunos
desiertos la temperatura exterior puede alcanzar los 40°C durante la tarde,
mientras que puede descender hasta los 10°C durante la madrugada. En los
edificios con cerramientos de elevada masa térmica (con un retraso térmico
de entre 8 y 12 horas) los aportes calóricos diurnos pueden llegar a los
espacios interiores durante la noche, es decir, cuando son necesarios para
contrarrestar el descenso de la temperatura exterior. Por otro lado, al
haber descargado gran parte de su energía calórica durante la noche, los
cerramientos son capaces de “absorber” aportes calóricos durante el día,
contribuyendo a reducir las temperaturas interiores. Este último fenómeno
es especialmente efectivo cuando se aprovecha la ventilación natural
durante el periodo nocturno.
En los climas que son constantemente cálidos
los materiales de elevada masa térmica suelen tener efectos reducidos, e
incluso pueden llegar a ser perjudiciales. Esto se debe a que la superficie
interior de los cerramientos tiende a mantener una temperatura cercana al
promedio de las temperaturas exteriores. Si ésta se ubica cerca del límite
superior del rango de temperaturas de confort, de hecho puede contribuir a
incrementar el disconfort de los ocupantes. Esa es la razón por la que la
arquitectura vernácula en los lugares de clima tropical suele ser de
materiales ligeros y de reducida masa térmica, generalmente vegetales.
Algo similar sucede en los lugares muy fríos,
como las regiones subpolares, donde la prioridad suele ser un elevado
aislamiento. En éste caso la masa térmica expuesta se reduce al mínimo. Sin
embargo en algunas circunstancias estos materiales se pueden aprovechar en
forma localizada y en pequeña escala, por ejemplo mediante chimeneas y muros Trombe.
Otro aspecto a considerar es la “calibración” del espesor de los
cerramientos de elevada masa térmica. Cuando éstos son muy delgados el
calor absorbido afecta a los espacios interiores casi de inmediato, es
decir, cuando resulta más perjudicial. Además las pérdidas de calor en los
periodos fríos suelen ser muy rápidas. Si son demasiado gruesos,
curiosamente, pueden generar un efecto similar: la acumulación y
transmisión de calor requieren periodos excesivamente largos, por lo que
los aportes de calor hacia el interior se pueden dar cuando no son necesarios.
Los edificios con sistemas de climatización
artificial merecen mención aparte. En éste caso la elevada masa térmica
también puede llegar a ser perjudicial, ya que dichos sistemas se ven
obligados a trabajar en buena medida para enfriar o calentar los
cerramientos, antes de lograr un adecuado acondicionamiento de los espacios
interiores. Esto es aún más evidente en los lugares de uso esporádicos (un
teatro, por ejemplo), en los que se requiere un efecto prácticamente
inmediato de los sistemas de climatización.
Combinación de aislamiento y masa térmica
La combinación de materiales aislantes y
materiales de elevada masa térmica en los cerramientos de los edificios
suele redituar grandes beneficios. Uno de ellos es que los componentes con
masa térmica no requieren un gran espesor para trabajar de manera eficiente
(generalmente un grosor de 15 a 25cm es adecuado) lo cual significa ahorros
importantes, tanto de espacio como de recursos económicos. El más
importante, sin embargo, es que se pueden lograr prestaciones térmicas más
significativas que cuando sólo se usa alguno de ellos.
Numerosas investigaciones han demostrado que lo
ideal es ubicar el material aislante hacia el exterior, de preferencia en
forma continua para evitar los puentes térmicos. De esa manera la masa
térmica interactúa más eficientemente con los espacios interiores, mientras
que el aislamiento constituye una barrera tanto al ingreso del calor (en
los periodos cálidos) como a las pérdidas (durante los periodos fríos).
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